El cultivo de algas o alguicultura, es una actividad en la que realiza la
reproducción y cuidado de algas de manera artificial para facilitar los diferentes usos que se les
pueda dar.
Por lo general, al hablar de alguicultura, se hace referencia a las algas de
pequeño tamaño o microfitas. La reproducción y cultivo de algas de mayor tamaño o macroalgas es un
tanto más limitada.
Las diferentes exigencias, de temperatura, profundidad dentro del agua y otras
condiciones hacen que la manera más simple de conseguir algas de gran tamaño sea directamente del
mar, por lo que es más común simplemente cosechar estas algas de más tamaño de su hábitat marino en
lugar de buscar su cultivo.
El cultivo de algas puede ser lo suficientemente complejo como para manejar la
reproducción y el ciclo de vida completo de varios lotes de algas o simplemente administrar el
recojo temporal de grupos ya existentes de forma natural.
Entre las especies de algas más cultivadas por medio de la alguicultura se
encuentran las
algas nori, el
alga dulse, la
spirulina,
la chlorela, la phorphyra y recientemente las algas del tipo Botryococcus braunii.
En países como Japón, Korea y China las algas comestibles más cultivadas son la
Laminaria, Gelidium, Porphyra y Pterocladia entre otras.
Las algas marinas se han utilizado durante milenios como fuente alimenticia, y
en los últimos tiempos la demanda de estas ha aumentado, no sólo por su valor alimenticio, sino que
también para utilizarlas con otros fines como la producción de
agar-agar,
combustible,
como alimento para animales y en la industria farmacéutica.
La alguicultura en nuestros días representa una actividad económica creciente
que ha favorecido el crecimiento económico de zonas pesqueras, reduciendo así el impacto negativo
de la pesca en lugares sobre explotados.
El
cultivo de algas
o alguicultura como tal se inició en Japón durante los años 1670, con más exactitud en la Bahía de
Japón. En un inicio la actividad se reducía a introducir en sectores del mar donde crecían algas
unas cuantas cañas de bambú.
Al cabo de unas semanas, varias esporas de las algas se introducían en las
cañas. Así los pobladores llevaban las cañas a un lugar en los ríos donde ponían a recrecer las
algas para finalmente cosecharlas.
Posteriormente en la década de los años 40, se decidió incorporar entre las
cañas de bambú una especie de red de material sintético. Al ver que la producción aumentaba casi el
doble, la técnica fue implementada y adoptada por muchos alguicultores.
Sin embargo no fue hasta la década de los setenta que se tuvo la necesidad de
controlar el ciclo completo y la reproducción de las algas de manera prácticamente artificial. La
alta demanda de algas y productos a base de estas transformó la actividad de un pequeño
emprendimiento tradicional a una actividad económica impresionante.
El crecimiento económico que aporta el cultivo de algas es de gran magnitud, y
se estima que mientras que la exportación de algas en las Filipinas en 1967 era de 675 toneladas
métricas, para inicios de los 80 se llegaron a alcanzar las 13191 toneladas y para finales de la
misma década se exportaron más de 28000 toneladas.
Además, el ingreso percibido por el cultivo de una hectárea de algas, en el
mismo país, resulta ser hasta 6 veces el salario mínimo promedio de una persona dedicada a la
agricultura tradicional. |